lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Tarjeta Carrefour?



El supermercado es un sitio muy inspirador. Como anuncié en una entrada anterior voy a hablar un poco de las tarjetas de fidelización. Son un tema que me intriga, por un lado, desde el punto de vista “técnico” me parece una gran idea: todo el mundo se la termina haciendo, no cuesta nada y al final a lo mejor consigues algún descuento; pero por otro me tiene asustado.

Me explico. Cada vez que realizamos una compra y pasamos la tarjeta, la empresa recibe los datos de todo lo que hemos comprado, cantidades, precio, marca… esta información va asociada a nuestros datos. Para ejemplificarlo pensad en un perfil de facebook con todos vuestros datos y una lista de todas vuestras compras en los últimos 2 años. Toda esta información que como consumidor nos da igual y por tanto pasamos la tarjeta (¿gratis? pues la paso, pero si nos dan descuentos, ¿por qué no nos la cobran?) es el mayor estudio de mercado que se puede hacer. Cuando compramos algo, la empresa sabe que preferimos esa marca a ese precio respecto a todas las demás, pero además de todo esto, pueden observar la evolución a lo largo del tiempo. Si suben un precio y seguimos consumiendo ese producto con la misma frecuencia, ¿por qué bajarlo? En definitiva y añadiendo el efecto que da la escala de gente que usa estas tarjetas, le estamos dando un montón de datos a las empresas que en malas manos puede ser muy “útiles”.

Problemas técnicos aparte, la culminación de la idea sería que con una base de datos tan grande de todos los consumidores, y de ti en particular, fueran capaces de poner precios personalizados a los productos, es decir, si a mí me encanta la coca-cola (tendrán en sus datos mi consumo de litros mensuales) y no estoy dispuesto a comprar otra marca, me pondrán un precio sensiblemente más alto que a alguien que es indiferente entre coca-cola y pepsi. Y así con millones de productos y millones de consumidores. Por cierto, seguro que os pasa, ¿a que los vales descuento que salen son de productos que consumís poco o nada? Pues por ahí van los tiros.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Recorte, la palabra de moda


En todos los medios estamos viendo que la economía se ha vuelto un trabajo de parvulario, consiste en recortar, intentando ir por la línea, y nada más. Esto es totalmente falso y la idea de que así vamos a conseguir mejorar la situación es lo que va a retrasar la mejoría.

Es cierto que los mercados de deuda pública valoran favorablemente los propósitos de enmienda del déficit público, pero cuando éstos llegan al límite de sacrificar las posibilidades de generar crecimiento económico ya son tomados con recelo, por que como todo el mundo sabe, para pagar la deuda, tenemos que generar crecimiento.

En este punto es cuando cada uno debe preguntarse ¿los recortes en investigación, infraestructuras, educación, sanidad… han llegado al límite de impedir el crecimiento económico o sólo se han ceñido al gasto superfluo derivado de una época de bonanza?

Para mí, lo que estamos viendo estos días muestra, que ya se pone en duda las posibilidades de crecimiento. De hecho, la escalada de la prima de riesgo de estos días, para mí, hay que entenderla en el escenario de que los inversores ya dan por hecho el cambio de gobierno en España (bueno y toda la sociedad) y anticipándose actúan en consecuencia. Por otro lado también está a favor de esta postura, que en realidad la deuda española no es tan grande ni tan inasumible como podemos ver en comparación con nuestros vecinos europeos. La clave para mi es cambiar el foco, el verdadero problema de España no es su nivel de deuda y sí su nivel de desempleo y las posibilidades de generar crecimiento, y además de otro tipo al que hemos tenido anteriormente.

Por cierto, una última cosa: os recomiendo el programa de Economía a fondo que emite la 2 todos los sábados a eso de la 1 del mediodía. De ese debate saco muchas ideas y me parece muy interesante para los que se interesen por estos temas.

martes, 15 de noviembre de 2011

Elecciones todos los días


Cuando llegan las elecciones, siempre aparecen opiniones que dicen que la democracia no funciona, si no que sólo es un trámite a cumplir cada 4 años para dar el poder a unos pocos que dirigen el cotarro. Esta idea en realidad es muy cómoda para nosotros, los ciudadanos, ya que nos evita la responsabilidad de pensar que podemos actuar de verdad, que tenemos el poder en nuestras manos y que la culpa de la crisis económica actual (para muchos la crisis es permanente no coyuntural), la tenemos nosotros, todos, los ciudadanos. Todo esto sin exculpar a gobiernos, agencias de rating, sector inmobiliario y financiero entre otros.

No somos conscientes del poder que tenemos todos los días, más que en cualquier elección local, autonómica o general, en nuestras acciones cotidianas. En Galicia, un ejemplo muy claro es el sector lácteo. Hay una enorme sensibilidad por los ganaderos que no consiguen un precio digno por su trabajo en las granjas a la hora de vender la leche a las distribuidoras. Seguramente preguntando al 100% de los ciudadanos gallegos, un porcentaje muy alto diría que se le debería pagar más y seguramente añadirían que el gobierno debe de tomar medidas. Pues quien tiene que tomar medidas, somos nosotros, los ciudadanos, todos los días, cuando ante el pasillo del supermercado, compramos la leche a esos distribuidores que pagan tan poco en origen. Sin embargo, a sólo un metro a la derecha, tenemos otras marcas, que pertenecen a cooperativas de ganaderos o a otras empresas algo más comprometidas con el mundo ganadero. En ese mismo instante tenemos una de esas oportunidades de mostrar nuestro poder, ¿qué pasaría si el 35% de nosotros se inclinara por esos productos cooperativos o con mayor compromiso? estaríamos dando la señal más clara que podemos dar, de que valoramos ese compromiso con la leche hecha en el propio país, y con los trabajadores que se dedican a ello y le diríamos a todo el sector, que si quieren nuestro dinero a través de nuestro consumo, deben cambiar su política de empresa. Esto provocaría un vuelco mayor que cualquier regulación estatal (que además seguramente sea más costosa).

Pero, ¿Y si vamos más allá? ¿Y si es el 50% de los consumidores? ¿El 75%? El efecto sería aún mayor. Lo que queda claro es que, si en realidad no estamos de acuerdo con lo que está pasando, pues tenemos armas para cambiarlo y están a nuestro alcance, pero en este punto yo me pregunto… ¿realmente nos interesa, o sólo nos quejamos de boca? Por eso que la solución a todo esto pasa por una reflexión profunda y un cambio de actitud por cada uno de nosotros.

Este ejemplo tan simple, puede extrapolarse a otros y múltiples casos como la agricultura, ¿por qué no pagar por los productos que se cultivan respetando el medio ambiente y que dan un beneficio suficiente para vivir a sus trabajadores? ¿Por qué no mostramos que preferimos eso, a productos que vienen del otro lado del globo, días en barcos, con todo lo perjudicial que es eso para el producto y el medio ambiente por todo el CO2 emitido en su transporte?

Alguien pensará que sí, que todo esto está muy bien, pero como es más caro… Pues en este punto vuelvo a apelar a la reflexión interior, y pensar que si somos capaces de pagar más por productos fácilmente intercambiables por otros, pero que pagamos un sobreprecio por llevar añadida una imagen de marca, como es el caso de ropa deportiva, automóviles, etc. Por qué no somos capaces de pagar ese sobreprecio para que ese sobreprecio incorpore una imagen de responsabilidad para con la sociedad, y conseguir así un mundo que sea a la vez más sostenible y más justo.

Seguramente el cambio que se propone aquí, no se pueda hacer de la noche a la mañana, pero hasta el camino más largo empieza con un primer paso y en este caso nos corresponde a cada uno de nosotros dar ese pequeño paso para el hombre, pero que en conjunto puede representar un gran paso para la humanidad.

No menospreciemos el poder que podemos ejercer todos los días, con las más pequeñas acciones.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Economía con yogures

            En realidad estoy ya un poco aburrido de leer y oír cosas sobre Grecia, el euro, la crisis… y en realidad eso no es la economía de verdad. La que a mí me gusta tiene que ver más con cosas más cotidianas y para mí más interesantes.

Seguro que yendo al supermercado con vuestra familia, o solos (pero adoctrinados por los que habéis visto con ellos), os encontráis ante la situación de buscar por todo el mostrador de yogures antes de escoger el que los que os lleváis. Para algunos, este gesto es absurdo, no pierden el tiempo y cogen lo primero que ven, total qué más da, son yogures iguales.

            En realidad, lo que ocurre es que aunque tengan el mismo precio y sean aparentemente iguales, los yogures que compramos (y pagamos igual) no son la misma mercancía. Aunque el precio es igual, obviamente valoramos más el yogur con la caducidad más lejana que el que caduca ya mañana, por eso perdemos el tiempo en buscarlos al fondo del estante, si no si que sería una auténtica pérdida de tiempo. Si lo valoramos más, ¿por qué cuestan lo mismo? Pues esta es una situación en la que el cliente se beneficia de que el coste de cambiar el precio de los yogures a diario según fuera pasando la fecha sería grande (costes de menú) y no se compensarían con los beneficios de ser capaces de cobrarnos diferente por productos que en realidad aunque no lo parezca estamos valorando de forma distinta. Me atrevo a aventurar que en un futuro los avances técnicos permitirán que cada producto lleve un chip (o similar) y un precio propio que se actualizará automáticamente, por lo tanto los yogures con más rango de fecha serán más caros que con precio único para todos, y los que estuvieran más cerca de la caducidad serían más baratos que con precio único (para evitar tirar partidas pasadas). ¿Esto es malo? Pues depende (aquí sale el economista gallego que tengo dentro): lo que sucederá es que las familias se beneficiarán puesto que al ser varios, pueden terminarse el pack de yogures en uno o dos días, por tanto compraran los de fecha cercana a la caducidad y ahorrarán; mientras que una persona sola tendrá que gastarse algo más en comprar un pack ya que tarda a lo mejor una semana en terminarlo.
       
           Hasta aquí este post de economía absurda, tal vez, pero en realidad es lo que más me divierte, que además deja ver que nuetras madres saben más economía que los ministros. Para terminar un consejo: cuidado con las tarjetas de fidelización de estos establecimientos, en otro post os explicaré por qué.