martes, 15 de noviembre de 2011

Elecciones todos los días


Cuando llegan las elecciones, siempre aparecen opiniones que dicen que la democracia no funciona, si no que sólo es un trámite a cumplir cada 4 años para dar el poder a unos pocos que dirigen el cotarro. Esta idea en realidad es muy cómoda para nosotros, los ciudadanos, ya que nos evita la responsabilidad de pensar que podemos actuar de verdad, que tenemos el poder en nuestras manos y que la culpa de la crisis económica actual (para muchos la crisis es permanente no coyuntural), la tenemos nosotros, todos, los ciudadanos. Todo esto sin exculpar a gobiernos, agencias de rating, sector inmobiliario y financiero entre otros.

No somos conscientes del poder que tenemos todos los días, más que en cualquier elección local, autonómica o general, en nuestras acciones cotidianas. En Galicia, un ejemplo muy claro es el sector lácteo. Hay una enorme sensibilidad por los ganaderos que no consiguen un precio digno por su trabajo en las granjas a la hora de vender la leche a las distribuidoras. Seguramente preguntando al 100% de los ciudadanos gallegos, un porcentaje muy alto diría que se le debería pagar más y seguramente añadirían que el gobierno debe de tomar medidas. Pues quien tiene que tomar medidas, somos nosotros, los ciudadanos, todos los días, cuando ante el pasillo del supermercado, compramos la leche a esos distribuidores que pagan tan poco en origen. Sin embargo, a sólo un metro a la derecha, tenemos otras marcas, que pertenecen a cooperativas de ganaderos o a otras empresas algo más comprometidas con el mundo ganadero. En ese mismo instante tenemos una de esas oportunidades de mostrar nuestro poder, ¿qué pasaría si el 35% de nosotros se inclinara por esos productos cooperativos o con mayor compromiso? estaríamos dando la señal más clara que podemos dar, de que valoramos ese compromiso con la leche hecha en el propio país, y con los trabajadores que se dedican a ello y le diríamos a todo el sector, que si quieren nuestro dinero a través de nuestro consumo, deben cambiar su política de empresa. Esto provocaría un vuelco mayor que cualquier regulación estatal (que además seguramente sea más costosa).

Pero, ¿Y si vamos más allá? ¿Y si es el 50% de los consumidores? ¿El 75%? El efecto sería aún mayor. Lo que queda claro es que, si en realidad no estamos de acuerdo con lo que está pasando, pues tenemos armas para cambiarlo y están a nuestro alcance, pero en este punto yo me pregunto… ¿realmente nos interesa, o sólo nos quejamos de boca? Por eso que la solución a todo esto pasa por una reflexión profunda y un cambio de actitud por cada uno de nosotros.

Este ejemplo tan simple, puede extrapolarse a otros y múltiples casos como la agricultura, ¿por qué no pagar por los productos que se cultivan respetando el medio ambiente y que dan un beneficio suficiente para vivir a sus trabajadores? ¿Por qué no mostramos que preferimos eso, a productos que vienen del otro lado del globo, días en barcos, con todo lo perjudicial que es eso para el producto y el medio ambiente por todo el CO2 emitido en su transporte?

Alguien pensará que sí, que todo esto está muy bien, pero como es más caro… Pues en este punto vuelvo a apelar a la reflexión interior, y pensar que si somos capaces de pagar más por productos fácilmente intercambiables por otros, pero que pagamos un sobreprecio por llevar añadida una imagen de marca, como es el caso de ropa deportiva, automóviles, etc. Por qué no somos capaces de pagar ese sobreprecio para que ese sobreprecio incorpore una imagen de responsabilidad para con la sociedad, y conseguir así un mundo que sea a la vez más sostenible y más justo.

Seguramente el cambio que se propone aquí, no se pueda hacer de la noche a la mañana, pero hasta el camino más largo empieza con un primer paso y en este caso nos corresponde a cada uno de nosotros dar ese pequeño paso para el hombre, pero que en conjunto puede representar un gran paso para la humanidad.

No menospreciemos el poder que podemos ejercer todos los días, con las más pequeñas acciones.

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