Como siempre la visión del programa
Salvados me ha inspirado para escribir. Quizás me gustaría tener tiempo para un
análisis más pormenorizado, pero de momento hay unas cuantas cosas que no
quiero dejar pasar.
En
primer lugar coincido con uno de los primeros expertos que salen en el
programa, que vino a confirmar lo que he repetido por las redes como Twitter
hasta la saciedad. Todo empezó a raíz de un vídeo triunfalista en el que el
presidente del Banco Santander, don Emilio Botín, venía a contarnos que España estaba
siendo regada con dinero de inversión extranjera, que sobrara inversión.
Rápidamente a este barco se montó el gobierno afirmando que estamos saliendo de
la crisis. Obviamente que estamos saliendo, de la misma manera que cuando se
coge el transiberiano, desde que sales de Moscú, pues ya estás llegando a
Vladivostok. Además, lo que yo me cansaba de decir y el gobierno no dice, es
que esa inversión tiene un carácter especulativo, temporal y de sobras es
conocido por la profesión que este tipo de inversión deja muy poco resultado en
la economía del país. Lo que hay que conseguir son inversiones con voluntad
productiva, esas son las que quieren quedarse y ayudan a prosperar al país. Por
tanto, sin triunfalismos, esto no va bien.
Por
otro lado, otro experto analizó el estado de Panrico. Bien, la conclusión que
como economista tengo que sacar, es que un fondo extranjero compró una empresa
familiar (esto de por si ni es bueno ni malo). Una de las medidas que la nueva
dirección impone es la de limitar el reparto diario que se hacía de algunos
productos. Esta decisión fue claramente errónea, puesto que dejaron de tener un
producto competitivo, otras empresas coparon el mercado con un producto mejor y
expulsaron a Panrico del mercado, reduciendo su cuota. Esto teóricamente no
sería ni bueno ni malo tampoco, porque Panrico perdería trabajadores que las
otras empresas están contratando al copar más mercado, pero en el caso del
empleo no se comporta de una forma tan elástica (las plantas no tienen que
estar en la misma zona, la gente no se traslada o tarda en hacerlo, etc) y
tarda en cumplirse el refrán “las gallinas que entran por las que salen”.
Dejando de un lado esto, lo importante para mí reside en el eterno debate de
que gestión empresarial es mejor: familiar, privada, pública. Cierto espectro
político nos está defendiendo a ultranza que la gestión privada es SIEMPRE
mejor y eso no es cierto y hasta el presidente de la CEOE Juan Rosell lo dejó
claro en una entrevista reciente. Ejemplos como estos son paradigmáticos y no
existen pocos, la titularidad de la gestión de la empresa no es determinante
para que la empresa sea eficiente o no, hay buena gestión privada, buena
gestión pública y buena gestión familiar. Pero esto que es más que asumido, la
maquinaria Neo-Con no nos la cuenta.
Ya para
terminar, la entrevista más interesante del programa fue con el experto en
fondos de inversión Ismael Clemente. Más allá de que muchos de sus comentarios
son polémicos, tengo que decir que no debemos quedarnos con eso. En su forma
clara de hablar, puedes estar de acuerdo o no en sus premisas, pero daba pie a
muchos temas debatibles e incluso puntos de encuentro que se puedan tener (podríamos hablar de la reforma del IRPF que está en los cierto que tiene que recaudar más, y no por casualidad dijo IRPF y no IVA como se empeña el gobierno). Una
situación similar me ocurrió con la entrevista a Joan Rosell, donde de sus
palabras hasta se podría extraer la conclusión de que muchos políticos son “más
papistas que el papa” que en este caso serían los empresarios. Esto me lleva a
la conclusión de que en política se está perdiendo mucho el tiempo en posturas
enconadas como “lo privado siempre es mejor” de Aguirre por citar a algunas. Lo
verdaderamente productivo sería debatir con estas personas y llegar a
entendimientos. Estoy seguro que se encontrarían puntos de encuentro y cosas a
mejorar, mientras que la política de posturas encontradas y que nadie se mueve
de su trinchera no nos va a llevar a nada. Me sería mucho más fácil concretar
con Ismael Clemente o mismo con Joan Rosell la necesidad de que ciertos servicios
tienen que seguir siendo públicos, que hacer cambiar de opinión a cualquier
político enrocado en su ideario y que no se enteraría de ninguna de las razones
que yo le doy, pero en vez de dudar de su ideario y hacer caso a la razón,
seguirá repitiendo el papel que reparten en el partido.
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