Aunque anuncio
que la entrada de hoy iba a llamarse “El diablo se viste de Zara” pues esa queda
para la próxima, que irá referida a mi nueva faceta de estudiante de historiador-economista.
Sin embargo, esta entrada la tenía pensada y el operario que se ha puesto a
desbrozar el césped de la comisaría de aquí al lado ha desencadenado esto. Esto
será un tema más económico, o no.
¿Qué es una
externalidad? Es un concepto económico muy interesante que consiste en que
muchas veces realizamos acciones que parecen individuales, que son elección de un
solo individuo, pero esa acción tiene efecto en otras personas, en el conjunto
de la sociedad, etc. Por ejemplo podemos hablar del fumar, un grupo de personas
está en una habitación, una de ellas decide fumar, pero el efecto de fumar es
para todos, puesto que la calidad del aire de todos empeora. Este sería un
ejemplo de externalidad, negativa en concreto. Porque también existen
externalidades positivas, cuando el efecto de la decisión individual incide de
manera positiva en los demás. Siempre se ha considerado como ejemplo de esto la
educación, el que una persona esté formada incide positivamente en la sociedad,
puede ser tu médico del futuro, el que diseñe una nueva carretera o un votante
más sensato o un consumidor de productos de mayor valor añadido. Es más, la
mayoría de escuelas económicas defendían la intervención del estado para
fomentar las externalidades positivas y eliminar las negativas. Es por ello que
está justificada una educación y sanidad pública de calidad, puesto que los
efectos para la sociedad son mayores que los individuales y por ello debe
incentivarse. Un claro ejemplo de externalidad positiva es el sistema de
vacunas, con la decisión individual de vacunarse, un individuo no solo se
protege contra una enfermedad, si no que reduce el riesgo de contagio para
todos los demás, por eso a todos nos interesa que se incentive la vacunación.
¿Y esto que
tiene que ver con el vecino y su desbrozadora? Pues bien, el ruido que provoca
el vecino al desbrozar su finca es una externalidad negativa, puesto que está
molestando a todos los vecinos del edificio colindante (lo mismo cuando se pone
a asar sardinas en su finca en pleno julio, o la vecina de arriba con la
aspiradora) y normalmente son los domingos por la mañana, cuando algunos
duermen después de un agotador fin de semana. Pues bien, para casos como estos
la economía tiene una solución que haga que la situación resultante sea más
eficiente y satisfactoria para todos. Se trata del Teorema de Coase, que recibe
el nombre de su autor, el premio nobel de economía Ronald Coase. Este teorema
dice que bajo unos supuestos, con la existencia de un mercado habría una
negociación entre el poseedor del derecho y el que no y el resultado resultante
sería más eficiente. Con otro ejemplo es más fácil. Pensemos en la situación de
la actual ley antitabaco, no se puede fumar en los bares, en el caso del
teorema de Coase sería que los titulares de los derechos serían los no
fumadores. Puede ser que en un bar estemos 4 personas, tres de ellas tienen
tantas ganas de fumar y fuera llueve, que estarían dispuestas a darle 1€ cada
uno al no fumador porque les permitan fumar. El no fumador obtendría 3€. Si
valora el aire limpio en menos de 3€ pues la negociación se producirá y él
recibe el dinero mientras que los fumadores fuman e incrementan su bienestar;
si lo valora en más de 3€ la situación queda igual. Con este sencillo sistema
aplicado a muchos de estos casos se mejoraría la eficiencia y satisfacción de
todos. Lo que ocurre es que el supuesto que pide el teorema no se cumple, que
es el de que existan bajos costes de transacción, es decir, que el que exista
la negociación y los costes derivados sean “baratos”.
Volvamos al
tema de la desbrozadora. Yo y vosotros, aves nocturnas, tal vez le tiraríais un
euro al vecino para que guarde la desbrozadora a las 10 de la mañana de un
domingo y si es en una finca colindante con un edificio, el vecino se saca unos
10 euros y ya desbrozará por la tarde, pero la existencia de un mercado donde
se diera ese intercambio y una legalidad jurídica que lo amparase haría los costes
de transacción fueran más altos que la mejora que se da. Pero he aquí, que mí
pasión por las series y la lectura ha encendido la bombilla de mi cabeza. En el
segundo capítulo de la serie Black Mirror, todos los individuos están conectados
y controlados por un sistema, al modo del Gran Hermano de 1984 de George
Orwell, en el que pagan con “créditos” las cosas más variopintas, como por
ejemplo, saltarse la publicidad de su programa de TV. Pues bien, si existiera
este ente, los costes de transacción, que impiden que el teorema de Coase se
cumpla en muchos momentos, tenderían a cero, ya que todos estaríamos conectados
en red, y podríamos negociar, sumar lo que todos los vecinos del edificio
aportaríamos para que el de abajo no arranque la desbrozadora y saber cuánto
está dispuesto a recibir él por no arrancarla (suponiendo que el derecho a
pasarla lo tiene atribuido, en el otro caso sería cuanto aceptaríamos por
dejarle pasar la máquina). Esto que parece una quimera, es algo que creo que
Google nos dará en no mucho tiempo, y veríamos como una innovación que en
principio no tiene nada que ver con lo económico, haría de ello un sistema
económico más eficiente, aumentando el bienestar de todos, porque todas las
decisiones individuales que tienen un efecto positivo para otros se tomarían
valorando esa satisfacción extra que se producen, y las negativas estarían condicionadas
por los efectos negativos que producen, como en el caso de la contaminación,
una empresa contaminante tendría que negociar con todos aquellos ciudadanos a
los que contamina, con lo cual a lo mejor le saldría más barato utilizar un
sistema que no contaminase. En definitiva, habría mejoras de eficiencia y
bienestar generales. Y sobre todo, podría dormir los domingos por la mañana sin
ruidos infernales.
Le veo un problema a esto, y es que no a todos nos molesta más la desbrozadora un domingo por la mañana que un domingo por la tarde por ejemplo. Me encanta ver fútbol domingo por la mañana y lo odio por las noches, por poner otro ejemplo. Además, imaginemos por un momento que efectivamente todos preferimos que el vecino haga ruido por la tarde, o mejor, los vecinos: uno con la desbrozadora, otro con la música a todo volumen, otro jugando con los perros... Al final se acumularía tal cantidad de ruido a la misma hora que sería mucho más molesto y negativo.
ResponderEliminarA ver, el ejemplo del domingo por la mañana era para ser ilustrativo. Si sucede lo que tu dices es que entonces yo sería como el caso del fumador, la ganancia de bienestar que le produce a todos, sería mayor que mi molestia, entonces la situación no cambiaría, el sistema no plantearía ningún problema, lo seguiría resolviendo, sólo que en contra de mis intereses. Pero al tener clara las valoraciones de todos en todo momento, solo se producirían mejoras de bienestar global
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