miércoles, 6 de noviembre de 2013

La desbrozadora del vecino, una externalidad negativa

Aunque anuncio que la entrada de hoy iba a llamarse “El diablo se viste de Zara” pues esa queda para la próxima, que irá referida a mi nueva faceta de estudiante de historiador-economista. Sin embargo, esta entrada la tenía pensada y el operario que se ha puesto a desbrozar el césped de la comisaría de aquí al lado ha desencadenado esto. Esto será un tema más económico, o no.

¿Qué es una externalidad? Es un concepto económico muy interesante que consiste en que muchas veces realizamos acciones que parecen individuales, que son elección de un solo individuo, pero esa acción tiene efecto en otras personas, en el conjunto de la sociedad, etc. Por ejemplo podemos hablar del fumar, un grupo de personas está en una habitación, una de ellas decide fumar, pero el efecto de fumar es para todos, puesto que la calidad del aire de todos empeora. Este sería un ejemplo de externalidad, negativa en concreto. Porque también existen externalidades positivas, cuando el efecto de la decisión individual incide de manera positiva en los demás. Siempre se ha considerado como ejemplo de esto la educación, el que una persona esté formada incide positivamente en la sociedad, puede ser tu médico del futuro, el que diseñe una nueva carretera o un votante más sensato o un consumidor de productos de mayor valor añadido. Es más, la mayoría de escuelas económicas defendían la intervención del estado para fomentar las externalidades positivas y eliminar las negativas. Es por ello que está justificada una educación y sanidad pública de calidad, puesto que los efectos para la sociedad son mayores que los individuales y por ello debe incentivarse. Un claro ejemplo de externalidad positiva es el sistema de vacunas, con la decisión individual de vacunarse, un individuo no solo se protege contra una enfermedad, si no que reduce el riesgo de contagio para todos los demás, por eso a todos nos interesa que se incentive la vacunación.

¿Y esto que tiene que ver con el vecino y su desbrozadora? Pues bien, el ruido que provoca el vecino al desbrozar su finca es una externalidad negativa, puesto que está molestando a todos los vecinos del edificio colindante (lo mismo cuando se pone a asar sardinas en su finca en pleno julio, o la vecina de arriba con la aspiradora) y normalmente son los domingos por la mañana, cuando algunos duermen después de un agotador fin de semana. Pues bien, para casos como estos la economía tiene una solución que haga que la situación resultante sea más eficiente y satisfactoria para todos. Se trata del Teorema de Coase, que recibe el nombre de su autor, el premio nobel de economía Ronald Coase. Este teorema dice que bajo unos supuestos, con la existencia de un mercado habría una negociación entre el poseedor del derecho y el que no y el resultado resultante sería más eficiente. Con otro ejemplo es más fácil. Pensemos en la situación de la actual ley antitabaco, no se puede fumar en los bares, en el caso del teorema de Coase sería que los titulares de los derechos serían los no fumadores. Puede ser que en un bar estemos 4 personas, tres de ellas tienen tantas ganas de fumar y fuera llueve, que estarían dispuestas a darle 1€ cada uno al no fumador porque les permitan fumar. El no fumador obtendría 3€. Si valora el aire limpio en menos de 3€ pues la negociación se producirá y él recibe el dinero mientras que los fumadores fuman e incrementan su bienestar; si lo valora en más de 3€ la situación queda igual. Con este sencillo sistema aplicado a muchos de estos casos se mejoraría la eficiencia y satisfacción de todos. Lo que ocurre es que el supuesto que pide el teorema no se cumple, que es el de que existan bajos costes de transacción, es decir, que el que exista la negociación y los costes derivados sean “baratos”.

Volvamos al tema de la desbrozadora. Yo y vosotros, aves nocturnas, tal vez le tiraríais un euro al vecino para que guarde la desbrozadora a las 10 de la mañana de un domingo y si es en una finca colindante con un edificio, el vecino se saca unos 10 euros y ya desbrozará por la tarde, pero la existencia de un mercado donde se diera ese intercambio y una legalidad jurídica que lo amparase haría los costes de transacción fueran más altos que la mejora que se da. Pero he aquí, que mí pasión por las series y la lectura ha encendido la bombilla de mi cabeza. En el segundo capítulo de la serie Black Mirror, todos los individuos están conectados y controlados por un sistema, al modo del Gran Hermano de 1984 de George Orwell, en el que pagan con “créditos” las cosas más variopintas, como por ejemplo, saltarse la publicidad de su programa de TV. Pues bien, si existiera este ente, los costes de transacción, que impiden que el teorema de Coase se cumpla en muchos momentos, tenderían a cero, ya que todos estaríamos conectados en red, y podríamos negociar, sumar lo que todos los vecinos del edificio aportaríamos para que el de abajo no arranque la desbrozadora y saber cuánto está dispuesto a recibir él por no arrancarla (suponiendo que el derecho a pasarla lo tiene atribuido, en el otro caso sería cuanto aceptaríamos por dejarle pasar la máquina). Esto que parece una quimera, es algo que creo que Google nos dará en no mucho tiempo, y veríamos como una innovación que en principio no tiene nada que ver con lo económico, haría de ello un sistema económico más eficiente, aumentando el bienestar de todos, porque todas las decisiones individuales que tienen un efecto positivo para otros se tomarían valorando esa satisfacción extra que se producen, y las negativas estarían condicionadas por los efectos negativos que producen, como en el caso de la contaminación, una empresa contaminante tendría que negociar con todos aquellos ciudadanos a los que contamina, con lo cual a lo mejor le saldría más barato utilizar un sistema que no contaminase. En definitiva, habría mejoras de eficiencia y bienestar generales. Y sobre todo, podría dormir los domingos por la mañana sin ruidos infernales.